G. Leibniz (1646-1716) e I.Newton (1643-1727) mantuvieron diferentes posturas filosóficas sobre la noción de espacio. Sus discrepancias no eran sobre si el espacio era plano o curvo, sino que se referían a su naturaleza y a su propia existencia. Newton presuponía que el espacio era una sustancia infinita, inmóvil e inmaterial, donde los objetos materiales se movían y, aunque pretendió demostrar su existencia describiendo experimentos científicos, sus detractores argumentaban que la física, que estudiaba los objetos materiales, no era el lugar adecuado para estudiar propiedades metafísicas de un espacio que suponía inmaterial.
Newton era profundamente creyente y, para describir la naturaleza del espacio, absoluto recurría a la justificación divina. El espacio y el tiempo no eran Dios, pero formaban partes del sensorium Dei. Entendiendo que el sensorio de Dios era el lugar de las sensaciones divinas. Dios era la persona que se manifestaba como espacio y tiempo, ya que estaba presente en todas partes y existía siempre. En este sentido lo recoge en la cuestión 28 de su Óptica (1704) que dice [Dios] ve íntimamente las cosas mismas en el espacio infinito, como si fuera en su sensorio y completa en la cuestión y dice que Dios es mucho más capaz de mover con su voluntad los cuerpos que se hallan en su sensorio uniforme e ilimitado. Esta suposición le permitía a Newton imaginar a Dios en contacto con su creación, del mismo análogo que a los seres humanos, con los sentidos de la vista y el oído, se les permitían conocer el mundo el mundo circundante.
El espacio newtoniano debía ser entendido como algo con una existencia tan real como los objetos que contenía, incluso debería tener una existencia más larga, ya que el espacio vacío e inmaterial podía seguir existiendo, aunque desaparecieran los objetos que contenía. Es decir, este espacio absoluto, en una suposición aceptada en filosofía que partía del mismo Aristóteles, tenía existencia por sí mismo con independencia de los objetos. El espacio absoluto fue utilizado por Newton para establecer la existencia de sistema de referencia absoluto, la noción de movimiento absoluto y la posibilidad de referir el movimiento de cada objeto respecto él.
Leibniz, su principal crítico, inspirándose en Aristóteles que decía que el espacio debía ser considerado como una substancia y aportaba una concepción del espacio bastante diferente, que se apoyaba en la idea en la idea de relación entre objetos materiales.
Mantenía que el espacio no era plenamente una entidad física real, sin embargo, aunque con una existencia un tanto irreal, podemos referirnos a él recurriendo al conjunto ordenado de relaciones entre objetos materiales y, por lo tanto, que cualquier movimiento se podía referir al movimiento relativo entre cuerpos materiales. Sin embargo, aunque Leibniz no acepta la existencia de un espacio independiente de la materia, acepta la existencia de movimiento absoluto, como aquel movimiento cuya causa es intrínseca al propio cuerpo en movimiento.
Ver.- Silva, C. (2021), La concepción del espacio de Leibniz: substancialismo, monismo y relacionismo substancialoide. Un breve esbozo a partir de un estudio genético, Revista Anales del Seminario de Historia de la Filosofía 38 (1), 51-66.
Además de las discrepancias filosóficas entre ambos filósofos, sus desacuerdos se extendían al terreno de la física. Leibniz criticaba a Newton, en primer lugar, por considerar a Dios como algo corpóreo al afirmar que el espacio y el tiempo absolutos eran el sensorium Dei. Leibniz también atacaba la noción de atracción gravitatoria newtoniana por ser una fuerza misteriosa que actuaba a distancia y forma instantánea (mayor que cualquier velocidad imaginable), que se propagaba sin necesidad de ningún medio que permitiera su transmisión. Para el alemán era un concepto ficticio elaborado para explicar un hecho.
La geometría de Euclides había sido parte esencial del fundamento matemático y del concepto de espacio de la mecánica newtoniana. Pero los físicos del siglo XVIII abordaron el problema de cómo poder explicar esa misteriosa acción a distancia. El fabuloso desarrollo que experimentó el cálculo infinitesimal en este siglo permitió dar respuesta a esta cuestión. Los físicos introdujeron el concepto de campo de fuerzas, que culminaría en el siglo XIX por la obra de científicos geniales como por C. F. Gauss (1777-1855), M. Faraday (1791-1867) y C. Maxwell (1832-1879).
Newton había dejado una visión del mundo, y en particular del espacio, en la que todos los cuerpos masivos, desde el más pequeño hasta el de mayor tamaño, estaban relacionados entre sí mediante una compleja relación de fuerzas atractivas. La física de Newton utilizó una abstracción del espacio que era el espacio de la geometría euclidiana en él que se podían hacer los cálculos y matemáticos y las representaciones geométricas del movimiento de los cuerpos. Las fuerzas gravitatorias de manifestaban a distancia sin ningún medio, pero esta visión se vio modificada por la aparición de la noción de campo de fuerzas propuesta por M. Faraday (1791-1867) y por el potente desarrollo del cálculo matemático que dio lugar a conceptos tan fecundos como el de función potencial descubierto por P.S. Laplace (1749-1827) y utilizado ampliamente por su alumno D. Poisson (1781-1840), que plantearon las ecuaciones del campo gravitatorio, que relacionaban el espacio vacío, que aparecía en el primer miembro de la ecuación, con la masa que aparecía en el segundo. Unificando las visiones del espacio de Newton y Leibniz en ecuaciones como:
Donde Φ es la función potencial gravitatoria, G la constante de gravitación y r la densidad de masa.