EL REDESCUBRIMIENTO DE LA ASTRONOMÍA GRIEGA Y LA REVOLUCIÓN COPERNICANA (I)

Se denomina revolución copernicana al cambio científico y conceptual que se produjo en el siglo XVI debido a la asimilación por parte de filósofos, de científicos, de la iglesia y de la sociedad en general de las ideas de N. Copérnico (1473-1543) recogidas en su obra De revolutionibus orbium coelestium (1543) (Sobre las revoluciones de los orbes celestes). La revolución consistió en dejar de considerar la Tierra quieta, situada en el centro del universo a creer en una Tierra que cedió su posición de privilegio al Sol y que giraba a su alrededor como cualquier otro planeta.  Esto se reconoce como el paso de una cosmología geocéntrica y geoestática a otra cosmología heliocéntrica.

Este cambio tuvo una enorme transcendencia en el mundo de la ciencia y ha sido considerado el punto de partida de la revolución científica de los siglos XVI y XVII, y con el tiempo la frase giro copernicano, se aplica a los cambios radicales de tendencia.

En este trabajo y en otros sucesivos analizaremos algunos aspectos, que, aunque son bien conocidos en la historia de la revolución copernicana, destacaremos aspectos a modo de foto fija, para comprender mejor algunas características interesantes de esta revolución.

Recordaremos que el primer modelo cosmológico de la antigüedad clásica fue el de Aristóteles (384-322 a. C.), que se basaba en el modelo de las esferas de Eudoxo (400 a. C-.337 a. C.). El modelo daba una explicación de los movimientos del Sol, de la Luna y de los planetas mediante veintisiete esferas concéntricas en el que la esfera exterior correspondía a las estrellas fijas, representadas como puntos fijos brillantes de la misma y en el centro estaba la esfera Tierra. También destacaremos que el astrónomo griego clásico más influyente fue Claudio Ptolomeo (siglo II d.C.) el cual elaboró un modelo matemático para describir la posición de los planetas y mantenía que las elaboraciones matemáticas no tenían por qué ajustarse a la realidad modelo aristotélico y construyó – aceptando la prescripción platónica de que en los cielos sólo podía existir el movimiento circular – un complicado sistema de composición de movimientos circulares (epiciclos y deferentes, excéntricas) que se mantuvo vigente durante quince siglos.

Se suele decir que Copérnico comenzó sus trabajos astronómicos en el lugar que Ptolomeo los había dejado y, en cierto modo, es verdad en el sentido que Copérnico había aprendido de sus maestros la estructura aristotélico-ptolemaica del universo, en Bolonia con su maestro Domenico María Novara (1454-1504).  Pero, en el siglo XVI, el estudio de  la astronomía clásica tenia algunos matices diferentes, ya que el conocimiento clásico había sufrido algunas variaciones que merece la pena analizar: El saber griego desapareció hacia el siglo V, con la caída del imperio romano, el conocimiento griego y romano se había conservado hasta el siglo III y, tras la caída del imperio, el mundo cristiano intentó conservar ese conocimiento, pero la  producción científica se había ralentizado y las aportaciones científicas se redujeron a comentarios y enciclopedias. Por ejemplo, la geometría de Euclides se conocía parcialmente por Boecio (480-524), la astronomía de Ptolomeo era completamente desconocida y de la filosofía de Aristóteles sólo se conocían algunos tratados de lógica. Además, los trabajos de eruditos como de Boecio o Isidoro de Sevilla (560​- 636), que contenían pequeños pedazos de ciencia antigua, eran compilaciones parciales, imprecisas, adulteradas e impregnadas de leyenda. La ciencia era menospreciada por la sociedad occidental, tanto por las creencias religiosas y la imposición de la iglesia, como por la desestructuración política.

Con la llegada del Islam en el siglo VII, en el año 640, los musulmanes iniciaron una expansión, que en 642, los llevó a conquistar la ciudad de Alejandría, cuna de la cultura helenística. Pocos años después, tras consolidar su poder en Egipto, los árabes continuaron la expansión y conquistaron todo el norte de África. El mundo árabe heredó el legado de grandes bibliotecas, como Alejandría y Pergamo, con los textos científicos perdidos para el mundo ocidental Tradujeron al árabe las versiones sirias de los textos griegos y la cristiandad descubrió el saber clásico gracias a las traducciones árabes. De este modo, se conocieron en el siglo XII la Sintaxis matemática de Ptolomeo, traducida al árabe como Almagesto (Al-magisti, la gran obra), y otros libros importantes.

A principios del siglo IX el mundo cristiano comenzó tener estabilidad política, era la época del emperador Carlomagno (742 – 814) y se establecieron contactos con el mundo islámico; desde el siglo X se tradujeron al latín muchos los textos clásicos griegos que, previamente habían sido traducidos al árabe. También tuvo especial relevancia, y pone de manifiesto el interés que despertaba el conocimiento de las obras clásicas, el hecho de que, a finales del siglo XI, muchos estudiantes (la mayoría monjes) se reunieran para analizar y comentar alguna nueva traducción (realizada en Toledo). Estas reuniones adquirieron cada vez más importancia y fue necesario elaborar una reglamentación, unos estatutos, que acabarían transformándose en universidades. En estos centros se transmitía el saber antiguo original oralmente y albergó una tradición filosófica, analítica, crítica y combativa llamada escolástica.

En la universidad se realizó el redescubrimiento de la nueva astronomía; el Almagesto y la obra y la física de Aristóteles, obras fundamentales del saber científico clásico. Las obras se estudiaron en las universidades y fueron importantes en el nacimiento de la ciencia moderna. Precisamente esta es la astronomía y la física que Copérnico estudió en la universidad. Cuando Copérnico estudió en Bolonia en 1496, aunque cursó derecho canónico y se hizo heredero de Ptolomeo y Aristóteles, recibió la influencia del humanismo italiano y estudió de los clásicos. Aunque no hay constancia de que se interesara por la astronomía, este movimiento cultural, resultaría más tarde decisivo para la elaboración de su obra astronómica.

La situación de los textos de astronomía recuperados y retraducidos era compleja, confusa y desordenada. En las universidades se habían realizado muchos comentarios sobre la física y la astronomía hasta el punto de que no se distinguía la obra de los autores clásicos de copistas, curiosos u comentaristas. Entre tanto manuscrito no se sabía con certeza la respuesta que habían dado Aristóteles o Ptolomeo a un problema determinado. Los manuscritos árabes no eran fieles a los escritos griegos. Los comentaristas habían planteado nuevos problemas, habían descubierto errores falta de concordancia, e incluso contradicciones, entre los escritos. Pero los humanistas intentaban reconstruir el pensamiento antiguo, tratando de descubrir las obras originales que estaban mezcladas con las aportaciones y comentarios de diferentes autores acumulados durante varios siglos en un fárrago que ni siquiera los propios autores hubieran podido reconocer como obra suya.

El físico y filósofo norteamericano Th. Kuhn (1922-1996) observó que los objetivos y los métodos de la renovada tradición científica en el siglo XV eran significativamente diferentes de los que habían guiado a los científicos de la antigüedad y destacó los siguientes problemas:

En primer lugar, las obras clásicas fueron recuperadas fragmento a fragmento, encontrados al azar, sin orden cronológico y pocas veces eran fieles a las primitivas fuentes griegas y siriacas. Por otra parte, el latín medieval, al que inicialmente se habían traducido, no disponía del vocabulario adecuado y preciso para describir los conceptos y las cuestiones planteadas esos problemas abstractos. Además, algunas nuevas tradiciones se veían distorsionadas por las sucesivas transcripciones y, con frecuencia, no era posible conocer el planteamiento inicial de Aristóteles o Ptolomeo ni distinguirlo de los comentarios de los sucesivos comentaristas. Pero pese a todo, los filósofos medievales, con un gran respeto a los clásicos y al principio de autoridad, preferían reconstruir el pensamiento original que correr el riesgo de emitir un pensamiento propio y en ello se esforzaban. Los problemas de interpretación y reunificación se amontonaban en espera de ser discutidos en el marco del pensamiento escolástico, habitualmente en el ámbito universitario.

En segundo lugar, y no menos importante, es que los astrónomos del siglo XV tenían una cierta falta de perspectiva histórica, debida, fundamentalmente, a que se analizaban una serie de manuscritos de manuscritos producidos a lo largo de trece siglos y recuperados casi a la vez. Los astrónomos renacentistas, en sus aspiraciones de reconstruir el saber de la antigüedad, no consideraban que el saber clásico había recibido opiniones divergentes sobre muchas cuestiones distintas en siglos diferentes. Las opiniones en contradas podían haber sido emitidas el propio Aristóteles o por cualquier otro comentarista. Lo que ahora puede parecernos un fenómeno propio de la evolución y del proceso de la transmisión, se analizaba como argumento más dentro del corpus de la sabiduría antigua.

Copérnico y los astrónomos del siglo XV veían la astronomía como algo matemático era la astronomía de Ptolomeo (s.II). En el siglo XII, cuando Aristóteles y Ptolomeo acababan de ser traducidos consideraban a estos autores como contemporáneos y representantes de una misma tradición. Pero Aristóteles había expuesto su cosmología en el siglo III a. de C. Los cambios que Ptolomeo habría considerado como evolución del conocimiento a lo largo de los cinco siglos que lo separaban de Aristóteles, a los ojos de los escolásticos se mostraban como contradicciones y colocaban a los escolásticos frente a nuevos problemas de reconciliación.

Los astrónomos helenísticos (alejandrinos) se dedicaban a catalogar estrellas y resolver el problema de los planetas. La cosmología clásica de Aristóteles les parecía casi ridícula y, cuando se dedicaban a determinar las posiciones de los planetas, no la tenían en cuenta ni se preocupaban de construir modelos mecánicos verosímiles para representar sus elucubraciones geométricas. Los problemas de las esferas de Aristóteles eran problemas secundarios. Los astrónomos helenísticos aceptaban sin grandes dificultades el insostenible desacuerdo entre las sensatas exigencias de verosimilitud cosmológica y los complicadísimos cálculos matemáticos que hacían para estudiar el movimiento de los planetas desde una visión geocéntrica con una Tierra inmóvil.

Tal como apareció la tradición astronómica para los astrónomos renacentistas era una mezcla de todo lo anterior unido a las aportaciones de las discusiones sobre conflictos aparecidos en el pensamiento medieval. Todo contribuyó a generar un sentimiento de duda sobre el conjunto global de la tradición de la astronomía antigua. Lo que planteó un embrollo conceptual, un nudo gordiano, que sería cortado por Copérnico.

Víctor Arenzana Hernández

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