EL PROGRESO DEL CONOCIMIENTO EN GRECIA , SÓCRATES Y SU INFLUENCIA EN LA SOCIEDAD ACTUAL

La civilización griega fue la primera en dar una respuesta, utilizando la razón, a las grandes preguntas de la humanidad sobre la Naturaleza. Escribió Aristóteles que, por naturaleza, todos los hombres tenían el deseo de saber.

Los sistemas filosóficos antiguos admitieron como origen, y arranque de sus especulaciones sobre la vida y el universo unos principios físicos (Tierra, agua, aire y fuego (átomos)) y, a partir de esos puntos de partida, empezaron a inferir  y a teorizar sobre las causas y el origen de los fenómenos observables.

Por otra parte, mientras que Tales de Mileto (624 a. C- 546 a. C) buscó el principio fundamental del Universo en el plano de los datos físicos  , Pitágoras (582-500)  buscó la esencia de las cosas en el número.  Otra opinión, la de   Heráclito de Efeso (- 544 a – 484) frente a Parménides de Elea (530 a. C. y el 515 a. C )“ observó que nos movíamos en un mundo variable que no se podía representar ni encontrarle un origen y manifestaba:

“examinamos con ojos imparciales  lo que percibimos ante nosotros, hallamos que las cosas que se tienen no son nunca, en ningún momento, lo que eran en el momento anterior ni lo que serán  en el momento posterior; que las cosas están constantemente cambiando…”

Para Heráclito el mundo natural era semejante a la mente humana, que nunca descansaba, ni se detenía en un pensamiento. Para el de Éfeso la Naturaleza era un río que discurría y pasaba sin descanso ante nosotros y en el que jamás nos podremos bañar dos veces en la misma agua. Parménides trató de identificar aquello que permanecía estable en la naturaleza, sobre el ser de las cosas, sobre su esencia y, mediante una enrevesada demostración lógica, llegó a negar la existencia de la propiedad más característica del mundo natural: el cambio.

En esta situación poco se podía decir sobre el progreso del conocimiento sobre el mundo real, todo se reducía a unas explicaciones más o menos imaginativas fundamentadas en una serie de elementos que explicaban los fenómenos naturales más que por sus propiedades cualitativas que por sus propiedades físicas. (Los cuerpos físicos tendían a ocupar  el lugar que les correspondía por naturaleza; se hundían más los que tenían en su composición más elemento Tierra o se elevaban porque tenían más contenido en Aire o Fuego)

Dentro de este guirigay científico, a partir del Siglo V, con Sócrates (460-399 a. C.), se abrió una nueva línea de investigación que se centró en el estudio del hombre. Esta nueva línea de pensamiento tuvo, al menos, dos ramas fundamentales: la primera rama fue la aparición de los sofistas, que dejaron de lado la investigación de la Naturaleza al que se habían dedicado los pensadores fisicalistas las cuales, como hemos descrito, trataban de explicar el origen del Universo a través de la naturaleza física de las cosas.  Los sofistas, aunque, en lo que se refiere al conocimiento de la Naturaleza, siguieron manteniendo el pensamiento de los filósofos anteriores y consideraban que la fuente del conocimiento partía la percepción de los sentidos, dedicaron sus reflexiones al estudio del hombre. Concluyeron finalmente que la verdad tenía un carácter particular con validez para un tiempo y un lugar determinados, pero con fecha de caducidad. Con los sofistas entraron en el pensamiento el subjetivismo y del relativismo

El segundo ingrediente que, a través de los sofistas, se introdujo en el siglo V al conocimiento se puede observar  en que las discusiones, tanto en Sócrates como entre los sofistas, eran sobre cuestiones de ética y, a partir de ellas, surgieron discusiones sobre la naturaleza del conocimiento. Con los sofistas, el pensamiento adquirió conciencia de sí mismo como la sustancia absoluta. Hegel dice describe así a los sofistas:

“Con los sofistas empezó el razonar y el reflexionar sobre lo existente. El pensamiento, que es independiente y tiene en sí la determinación, se revela tan incompatible con la forma política de Grecia como con la religión bella […] Los sofistas fueron los hombres cultos de la Grecia de entonces y los propagadores de la cultura; los sofistas no fueron sabios ni hombres científicos sino los maestros cultos del manejo del pensamiento, pues ellos probaban lo que afirmaban, es decir, los sofistas tenían respuesta para toda pregunta de carácter política o religiosa, su ulterior desarrollo consistió en probarlo todo”

La cultura se convirtió en el fin de las enseñanzas de los sofistas, estas enseñanzas tenían el propósito iniciar a los hombres en la sabiduría de ciencias como las matemáticas, la logica o la música. Por eso la enseñanza de los sofistas versaba fundamentalmente, en torno a lo que era la relación social y el poder en el mundo; creando un pensamiento general, unos argumentos y una retórica en los que se podía disolver todo lo particular, incluso el propio conocimiento sensible. En este sentido los sofistas eran también filósofos especulativos

Para los sofistas, el conocimiento sensible era, simplemente, el propio conocimiento; la verdad o falsedad no podían existir como conocimientos absolutos que partían de la naturaleza, sino que estaban sometidas a la relatividad e indeterminación a la que las sometían las sensaciones de cada persona.  Para los sofistas el conocimiento partía de los datos sensibles y se cocía en las operaciones del pensamiento, lo que significaba que, para ellos, no tenía sentido hablar de un conocimiento racional como si fuera algo distinto del conocimiento sensible.

Puede decirse que, con Sócrates, apareció el saber; para él ya no existía la preocupación por saber que era la Naturaleza, sino conocer lo qué era la verdad. La esencia ahora se determinaba, no indagando sobre cómo era el ser en sí, sino analizando como era en el conocimiento. Así surgió la cuestión de buscar la relación entre el pensamiento consciente de sí mismo y la esencia de las cosas y de cómo este problema se convirtió en el más importante de todos.

Sócrates relacionaba la verdad de lo objetivo con el pensamiento del sujeto, no obstante, ese pensamiento estaba en el mismo sentido en el que Protágoras afirmó que lo objetivo sólo existe a través de la relación con nosotros.

Aquellos sofistas, que hace 2500 años, enseñaban y aconsejaban a políticos y gobernantes, hoy los llamamos asesores políticos. No es casualidad que en la actualidad, que en esa tradición pedagógica nuestros líderes prioricen tener una buena imagen, argumentos brillantes o un discurso emotivo, a realizar actos auténticos por la comunidad o explicar ordenadamente, y con detalle, la totalidad de las acciones realizadas por ellos. A fin de cuentas, en la mayor parte de ocasiones, hacer sentir y emocionar a un auditorio es más efectivo que hacerle razonar o informarles de lo que está ocurriendo.

Victor Arenzana Hernández

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