El humanismo es una corriente ideológica que nos hace dirigir nuestra mirada atenta y reflexiva al proceso de conocer el mundo que nos rodea y a nuestra situación en él utilizando nuestro propio criterio sin imposiciones dogmáticas.
Los humanistas del renacimiento fueron luchadores contra el yugo de las ideas impuestas; defensores del uso libre de la razón y dispuestos a adquirir un conocimiento racional, separado de las verdades impuestas por fe. En suma, aceptar un conocimiento inductivo, adquirido por los sentidos y no el conocimiento deductivo emanado de unas verdades a priori no aportadas por la experiencia (religión, supersticiones o quimeras) ni por el sentido común.
Dante Alighieri (1265-1321), en un momento de lucha entre el Papa y el Imperio (Güelfos y Gibelinos), reflexionó sobre la conveniencia de separar los misterios de la fe de los principios de la razón. Francesco Petrarca (1304-1374), además de aportar nuevas formas poéticas, introdujo en la poesía sentimientos humanos como el amor, la pasión, la nostalgia o la melancolía, colocando al ser humano y a sus sentimientos dentro de la literatura. N. Maquiavelo (1469-1527) centró sus reflexiones y estudios en la realidad del ser humano en su entorno social, estudió lo que denominó realidad efectiva, y trató de descubrir las leyes de la naturaleza para mejoran la situación del hombre. Estuvo al servicio de la República Florentina y adquirió una gran experiencia en el tema de la toma de decisiones. Una de las conclusiones generales relativas al poder social y político resumidas en una máxima atribuida a él: el fin justifica los medios.
El papel de la mayoría de los primeros humanistas en el renacimiento fue establecer una lucha contra las ideas generales como el origen del poder, tradiciones heredadas o el poder de las costumbres, que a modo de leyes no escritas limitaban la libre acción y el vuelo de la razón.
Michael Montaigne (1533-1592) analizó multitud de ideas filosóficas de los filósofos clásicos desde la libertad de razón como si dialogara con los textos de sus obras análisis a situaciones concretas, a sucesos cotidianos, a los sentimientos y a las pasiones que experimentamos cualquier ser humano de cualquier tiempo. Y los trató de una forma llana, como si estuviera hablando con una persona de su tiempo. A continuación, se enumeran algunos capítulos de sus Essais (1580-1588):
Por diversos caminos se llega a semejante fin. La tristeza. Como lo porvenir nos preocupa más que lo presente. Si el jefe de una plaza sitiada debe o no salir a parlamentar, Que la intención juzga nuestras acciones. De la ociosidad. De las mentiras, De los pronósticos, De la firmeza Del miedo. Que no puede juzgarse nuestra dicha hasta después de la muerte. De la fuerza de la imaginación. Del pedantismo. Capítulo XXVI Locura de los que pretenden distinguir lo verdadero de lo falso con la aplicación de su exclusiva capacidad. Coincidencias del acaso y la razón. De la gloria, De la presunción, De la libertad de conciencia, No gustamos nada puro. Contra la holganza. De las Postas. De los malos medios encaminados a buen fin. Cobardía, madre de crueldad. De una criatura monstruosa. De tres virtuosas mujeres. De lo útil y de lo honroso. Capítulo VIII… Del arte de platicar, etc.
Montaigne ha sido considerado en la historia de la filosofía como un escéptico. Una versión matizada de la filosofía de Pirrón (360-270 a. C.), que se basó en la duda esta corriente filosófica mantenía que, con nuestra razón no podemos alcanzar la realidad de las cosas, su esencia, y, por tanto, no podemos conocer la verdad de las cosas (Capítulo XXVI de Essais).
La obra de Montaigne se dirigió a analizar la escasa inteligencia de los hombres que aceptaban automáticamente y sin discusión, ya fuera por rutina, por prejuicio o por tradición, las cuestiones más absurdas. Montaigne nos puso en guardia, en un periodo histórico dominado por un conocimiento especulativo y escolástico y se enfrentó a lo irracional y contra las afirmaciones sin fundamento.
La explicaciones y argumentos de Montaigne parten del escepticismo, pero de un escepticismo que podríamos catalogarlo de práctico o utilitario. Porque en sus exposiciones aceptaba la plena libertad en la reflexión de las cosas privadas, pero asumía (como buen burgués) las normas vigentes y la legitimación del poder del Estado.
Esta postura (parcialmente escéptica) partía del convencimiento de Montaigne de que las leyes de la naturaleza no podían ser aceptadas porque era imposible conocerlas, ya que, para cada información sobre su comportamiento solía se aceptable oponerle otra de igual peso. De las costumbres tampoco podía extraer nada fiable, porque eran diferentes en cada lugar y cambiaban con el tiempo, ya que la presunción humana intenta minarlas a cada paso. Montaigne concluyó para hacer conocimiento fiable había que recurrir a las normas, a las leyes humanas, que permitían regular las costumbres y las tradiciones. Las leyes eran fundamentales para regular las diferentes actividades de las personas, es decir, la ley era necesaria para sustituir a la naturaleza, ya que las asociaciones humanas podían establecer leyes racionales y estables que no se basan en la amistad o en la fraternidad universal, sino que eran creadas y mantenidas por el placentera esperanza de las recompensas.
Nota: Con este criterio parece que Montaigne valoraba poco el conocimiento de la naturaleza, en suma de la ciencia, pero la ciencia moderna, en 1580, aún no había aparecido y se refiere a la escolástica y, probablemente, a las discusiones sobre los Sistemas del mundo, además, esos temas no los considera el autor, porque su ocupación es reflexionar sobre las cosas observables.
La siguiente idea de D. Defaux, en Readings of Montaigne sintetiza magníficamente la interpretación externa del escepticismo de Montaigne: (cfr: Beltran Jimenez Villar)
“El objetivo de Montaigne no es dudar él, sino hacer dudar a los otros, poner al hombre en disposición, ponerlo de una vez por todas en su lugar. […] Y si es escéptico en alguna cosa, es solo en la estrategia que adopta de cara a los «nuevos doctores» y a la «peste» que esparcen en las conciencias. […] Para Montaigne el pirronismo no es nada más que un arma que toma prestada por las circunstancias, un arma que considera como la más eficaz y la más apropiada para el fin preciso que se propone”.
Tradicionalmente, en la historia de la filosofía se ha clasificado a Montaigne como precursor de Descartes. Pero gracias a su gran creatividad, a su conocimiento de la cultura clásica, a la cantidad de pormenores por menores con los que aborda sus temas, a su lenguaje cercano e invitador a la conversación y a la variedad de los contenidos de los Essais, muchos escritores de todos los tiempos han podido encontrar en la obra elementos válidos para sus propias reflexiones,
Montaigne tuvo una clara influencia en William Shakespeare (1564-1616). En King Lear, que incluye un pasaje que parece nacido de las observaciones de Montaigne acerca de la relación ideal entre padres e hijos. F. Nietzsche (1844-1900) destacó de Montaigne con una frase: Que un hombre así haya escrito, aumenta la alegría de vivir en la Tierra. Y es que, en realidad, el núcleo de Así habló Zaratustra (1883-1885) está ya en los Essais,: por un lado, la afirmación, en esta vida y en este mundo, de lo genuinamente humano, de la alegría y del placer y, por otro, el rechazo a todo lo ultraterreno e inhumano, a la tristeza y las lamentaciones.
Montaigne trabajó sus observaciones en un tono conversacional, con el mismo, con Platón o con Plutarco y las convirtió en una prosa familiar y, con ese formato, inventó el ensayo personal como una nueva forma literaria. Otros autores habían escrito ensayos anteriormente, pero los escribieron como reyes, soldados, funcionarios o filósofos, Montaigne presenta sus escritos simplemente como él mismo, una persona, que intentaba darle un sentido a todo a todo lo que observaba.
“Danse a conocer los autores al pueblo por alguna marca particular y externa; yo soy el primero en dar a conocer mi ser total, en mostrarme como Michel de Montaigne, no como gramático, o poeta, o jurisconsulto”.
Navarro, J., Pensar sin certezas. Montaigne y el arte de conversar, Fondo de Cultura Económica
En los Essais, Montaigne habla de sí mismo cuando se enfrenta con las opiniones de los clásicos, y sus opiniones del tipo que fueran cuando leía a Platon o a Plutarco, servían para verificar su pensamiento, para ensayarse. J.L. Borges (1899-1866) , entre otros autores, definió la prosa de Montaigne como una prosa de sobremesa una prosa conversada y no declamada, que servía para comentar, debatir y conversar para profundizar en los temas más variados.
En este sentido Peter Burke (1937-) escribió el bello, apropiado y congruente ensayo Montaigne y el arte del diálogo en el que se destacaba la estructura dialogada que presenta la prosa de Montaigne, llena de voces distintas, abierta a la participación de nuevas opiniones y a la conversación amigable con su lector.
Montaigne dio una significación en humanismo como lo concerniente a la libertad de pensamiento del ser humano, proporcionando una metodología de análisis de las situaciones y de los hechos y un lenguaje próximo al individuo. Además, pertenece al grupo de autores cuyo olfato le hace llegar al meollo de lo más importante de cada tema. La obra fue traducida a varios idiomas, pero los Essais fueron incluidos el Índice de libros prohibidos de la Inquisición española en 1640 y en el índice romano en1676.
La filosofía griega había realizado las bases y formulado las preguntas fundamentales de la existencia humana a partir de sus preocupaciones: ¿Quiénes somos?, ¿qué hacemos?, ¿hacia dónde nos dirigimos? En el renacimiento los humanistas estaban, evidentemente, en una nueva época, con necesidades ambientales diferentes, que procedían del empuje de las ciencias y de la tecnología modernas y se plantearon responder a las mismas preguntas sobre el destino social de ser humano en la modernidad bajo el nuevo principio que consistía en anteponer la razón a la fe sin necesidad de enemistarse con el sistema social ascendente, es decir, la sociedad que se iba articulando.