En una primera aproximación a la idea de sentido común es que se trata de un tipo de conciencia básica y elemental unida a la capacidad emitir un juicio sensato sobre los sucesos que se espera que sea compartido de forma natural por la mayoría de las personas, aunque no puedan explicar por qué.
El sentido común se puede definir como el conjunto de conocimientos, ideas y creencias que la mayoría de las personas consideramos evidentes, naturales o razonables y que usamos para entender y actuar en nuestra vida diaria sin necesidad de realizar un análisis profundo o tener conocimientos especializados. Es una especie de intuición compartida que nos ayuda a tomar decisiones rápidas y a resolver problemas cotidianos y suele ser bastante útil para manejar las situaciones del día a día
Aunque el sentido común parte de experiencias comunes, de la observación del mundo que nos rodea y de la interacción con otras personas, tiene limitaciones, ya que no siempre está de acuerdo con conocimientos científicos o con certezas universales y, en ocasiones, está influido por culturas distintas, por creencias e incluso por experiencias personales.
Hay creencias que fueron admitidas por todo el mundo y que, por tanto, formaban parte del sentido común, que han sido desechadas. Por ejemplo, pensar que la Tierra estaba quieta y que no tenía movimiento de rotación y traslación, que no el aire tenía peso y otras estas fueron relegadas por el conocimiento científico. Que las grasas eran buenas para la salud, porque en tiempo de pocas calefacciones los más gordos sobrevivían. Otras teorías como la de los humores o la generación espontánea fueron, erradicadas por la ciencia, pero ¿la ciencia que ha mejorado nuestro intelecto y las condiciones de vida ha mejorado nuestro sentido común?
La ciencia nos ha proporcionado una nueva visión del mundo, pero¿ha contribuido a mejorar nuestro sentido común? ¿Nos ha ayudado a resolver mejor cuestiones cotidianas? ¿La hemos integrado en nuestro sentido común y la utilizamos como una herramienta automática rápida y eficaz ante problemas del día a día?
La ciencia requiere un análisis riguroso, evidencia empírica y métodos sistemáticos para describir y comprender fenómenos complejos. A veces, lo que parece lógico racionalmente o evidente a simple vista puede ser falso en el contexto científico. Por ejemplo, ideas como la geocéntrica o la generación espontánea fueron aceptadas por el sentido común y luego refutadas por evidencia científica. Por eso, aunque el sentido común puede ser un punto de partida o una guía en algunos casos, la resolución de problemas científicos requiere un enfoque más profundo, basado en la observación, la experimentación y el razonamiento crítico.
El conocimiento científico tiene un gran potencial para enriquecer y ampliar nuestro sentido común. Cuando aprendemos y entendemos los principios científicos, podemos ver el mundo de una manera más clara, precisa y fundamentada. Pero dentro del sentido común están integradas observaciones, creencias, tradiciones, prejuicios y experiencias limitadas. La ciencia, en cambio, nos ayuda a corregir esas ideas, ofreciéndonos explicaciones basadas en evidencia y en métodos lógicos rigurosos. Con la ciencia podemos tomar decisiones más informadas, comprender mejor fenómenos naturales y sociales, y resolver problemas de manera más precisa.
Por ejemplo, antes de la aparición de a ciencia moderna muchas personas creían en conceptos como la magia o las supersticiones para explicar fenómenos naturales, se buscaba la piedra filosofal o la transformación de los elementos. Gracias al conocimiento científico entendemos fenómenos como la gravedad, el origen de algunas enfermedades o la herencia genética, la ciencia nos ha aproximado a conocer la estructura atómica de la naturaleza o el código genético, lo que enriquece nuestro sentido común y nos ayuda a actuar con mayor sabiduría.
El conocimiento científico no reemplaza al sentido común, sino que lo complementa y lo fortalece, permitiéndonos tener una visión más completa y fundamentada del mundo que nos rodea.
Aunque no comprendamos los fundamentos de la mecánica cuántica, conocer sus efectos enriquece nuestro sentido común. Ya que, aunque es un tema complejo y difícil de entender en sus fundamentos y, además, pocos ciudadanos la conozcan, muchos se sus resultados y consecuencias prácticas son conocidos y han tenido un impacto profundo en nuestra vida cotidiana y, por tanto, en nuestro sentido común. Por ejemplo, tecnologías como los semiconductores, los láseres, los teléfonos móviles y la informática moderna se basan en principios cuánticos. Sin necesidad de entender todos los detalles de la teoría, podemos apreciar cómo estos avances mejoran nuestra calidad de vida y amplían nuestra visión del mundo.
Además, los descubrimientos de la mecánica cuántica desafían algunas ideas tradicionales sobre cómo funciona la realidad, y nos invitan a pensar de manera más abierta y flexible. Nos muestran que el mundo subatómico, tiene un comportamiento diferente al que percibimos en nuestra experiencia diaria. El mundo cuántico enriquece nuestro sentido común demostrándonos que la realidad puede ser más sorprendente y compleja de lo que nos parece a simple vista. La ciencia puede influir en nuestro sentido común incluso sin que entendamos todos sus secretos.
Pero el que sólo conoce los resultados y no conoce los fundamentos de la ciencia no puede hacer el mismo uso del conocimiento de sus resultados que el que el mismo hace de otros conocimientos del sentido común. Tal y como hemos esbozado, el sentido común se basa en experiencias, intuiciones, conocimientos y creencias que podemos aplicar de manera práctica y directa, y en ocasiones rápida, a cuestiones nuestra vida diaria, sin necesidad de entender en profundidad cómo funcionan las cosas. Por ejemplo, con el sentido común sabemos que los metales calentados se hacen maleables, o que el aire caliente se eleva, que el sodio cuando se calienta, a medida que aumenta la temperatura, emite luz amarilla. Conocimientos de este tipo los usamos sin necesidad entender la física o la química que hay detrás de ellos. No obstante, los resultados de una teoría científica pueden ser muy importantes y útiles, pero, si no se entienden las teorías físicas que los sustentan, sus la utilización ciega de sus aplicaciones prácticas pueden ser limitadas e incluso incorrectas.
Sin una comprensión básica de la ciencia, es difícil poder aprovechar esos conocimientos de manera efectiva o segura. Entender cómo funciona un medicamento o una tecnología requiere cierto nivel de conocimiento, y sin esa comprensión, puede hacerse un uso inadecuado de ellos o no aprovechar todo su potencial.
Reconocer la importancia de conocer los resultados prácticos de una teoría no es suficiente para aplicarlos con la inmediatez y eficacia, que les concede la experiencia, de otros conocimientos integrados en el sentido común. Se necesita, al menos, una comprensión básica de los fundamentos del cuerpo teórico. Sin esa comprensión, el uso de los resultados científicos que se integren en el sentido común será limitado y menos fiable, que cualquier otro conocimiento del propio sentido común, que se aplica de manera más inmediata y natural. (Aquí se podría parafrasear a Kant: La experiencia sin teoría es ciega, pero la teoría sin experiencia, es simple juego intelectual). En suma, sería como disponer de una herramienta poderosa sin saber exactamente cómo funciona y no se le extraería todo el provecho.
La importancia y las dificultades de la divulgación científica
Las teorías científicas son construcciones complejas, entre los principales motivos están sus lenguajes específicos y algunas hipótesis empíricas que resultan, en ocasiones, anti intuitivas y, por ello, es difícil que la población llegue a familiarizarse con la ciencia y es necesario hacer una divulgación asequible. El modelo de divulgación de las ciencias han sido las enciclopedias, término que deriva del grego, enkýklios paideía que significa educación circular.
La ciencia contemporánea no se puede resumir en una enciclopedia convencional. Por su tamaño y número de ramas no resulta sencillo divulgar la ciencia actual. La primera enciclopedia que tuvo un éxito importante fue la Cyclopaedia de E. Chambers (1680 –1740), publicada en 1728. En 1745, el editor A. Le Breton (1708- 1779) consiguió una licencia para traducir al francés la obra de Chambers y encargó la dirección a D. Diderot (1713-1784) y al matemático J. le Rond d’Alembert (1717-1783), la traducción fue incrementada y creció hasta transformarse en una obra monumental l’Encyclopedie (1751-1772), que comenzó con un equipo inicial de 21 colaboradores y llegó a alcanzar hasta 160 redactores.
Con estas obras, hasta bien entrado el siglo XIX, una persona culta podía seguir los resultados más importantes del conocimiento científico disponible y con esfuerzo y entusiasmo, resultarle inteligible. Pero hasta las enciclopedias se fueron aumentando su contenido como lo preba, por ejemplo, que las primeras ediciones de la Enciclopedia Británica (1745-1785) fueron realizadas por unas pocas de personas y las más recientes superan por mucho los 10.000 redactores.
Un aspecto esencial que dificulta la popularización de la ciencia es su alejamiento de la experiencia común. Nuestros sentidos reducen el campo de nuestras percepciones. Las teorías son construcciones matemáticas y se basan en convenciones que van más allá de nuestras apreciaciones. Por ejemplo, no podemos conocer o intuir espacios no-euclidianos de la teoría de la relatividad, ni las longitudes de onda fuera del espectro visible, ni reconocer la importancia de efecto Compton en la doble naturaleza de la luz, pero sí podemos saber estas nociones a través de nuestras teorías. Además, el propio conocimiento científico (principio de incertidumbre) nos permite saber que hay experiencias que nos están negadas.
Por otra parte, otro problema para una popularización de la ciencia, por lo menos al modo tradicional, es la dificultad de divulgar sin violentar intuiciones compartidas y muy particularmente en lo que atañe a sus resultados más espectaculares. Hasta principios del siglo XX se podía explicar la ciencia recurriendo a la experiencia de cada cual, con metáforas extraídas del sentido común. La estructura de la ciencia llegaba más allá del público culto, las teorías permitían presentaciones informales que se relacionaban y representaban en imágenes fácilmente inteligibles. El modelo divulgativo del universo-máquina estaba en el trasfondo de la mecánica clásica y era una representación aceptable para la divulgación científica (salvo la acción a distancia de las fuerzas gravitatorias, que chocaba con nuestra sicología): un mundo de átomos y fuerzas atractivas y repulsivas en interacción permanente era un modelo bastante coherente con nuestra experiencia práctica.
Las cosas empezaron a cambiar a lo largo del siglo XIX. Los campos electromagnéticos, los desarrollos en termodinámica. La idea de que no había una única forma de energía, sino que se mostraba en las diversas formas en las que ésta se trasformaba, no encontraba anclaje sencillo en la imaginería popular. Esos desarrollos prepararon el terreno para otras teorías (relatividad general, mecánica cuántica) que, más que cambiar nuestra imagen del mundo, parecían hacer imposible cualquier imagen.
Los debates en filosofía de la ciencia del siglo XX reflejaban en buena medida esta preocupación: la sustitución de una visión realista de las teorías científicas, que nos diría como eran realmente las cosas por otra para la que las teorías son solamente instrumentos eficaces capaces de hacer predicciones, que, en ningún caso, nos proporcionan representaciones o descripciones, de lo real.
Todo esto muestra un alejamiento entre la ciencia y sentido común. La ciencia actual, con su enorme poder predictivo sobre el comportamiento de la realidad, nos presenta unas situaciones no representables e compatibles con nuestro sentido común. Por otro lado, las investigaciones sobre los procesos cognitivos humanos muestran Los humanos nacemos con ciertas creencias de cómo es y cómo funciona el mundo; (físicas o psicológicas, por ejemplo) que, aunque falsas, han resultado eficaces para la propia evolución de la especie.
Pues con esta situación, en los últimos cincuenta años se han publicado más libros de divulgación, editado videos y pronunciado más conferencias que nunca sobre diferentes temas científicos, pero este asunto requiere una reflexión más amplia.