SANCHO PANZA SOLVENTA UNA PROPOSICIÓN INDECIDIBLE

Sancho Panza en Alcalá de Ebro
Sancho Panza en Alcalá de Ebro (Zaragoza)
Miguel de Cervantes en el capítulo LI de la Segunda Parte del Quijote expuso un problema indecidible desde el punto de vista de la lógica.   El problema se lo propusieron a Sancho Panza para que decidiera e impartiera justicia sobre un juicio de vida o muerte de cuando fue gobernador de la Ínsula Barataria.

La cuestión fue la siguiente pregunta  que le hizo un forastero que le dijo: Un caudaloso río dividía dos términos de un mismo señorío, …  sobre este río había un puente y a cada lado del puente estaban instaladas una horca y una especie de Audiencia, en la cual, habitualmente, había cuatro jueces que juzgaban el cumplimiento de la ley que dispuso el dueño del río, de la puente y del señorío. La ley decía:

Si alguno pasare por esta puente de una parte a otra, ha de jurar primero adónde y a qué va; y si jurare verdad, déjenle pasar, y si dijere mentira, muera por ello ahorcado en la horca sin remisión alguna.

Sucedió un día, que tomaron juramento a un hombre sobre a dónde se dirigía y que es lo que iba a hacer al otro lado del puente, el hombre juró y dijo que lo que había venido a hacer era morir en la horca que allí había y no a otra cosa.

Los jueces analizaron el juramento y observaron que aplicándo la ley no podían decidir qué hacer con el forastero, ya que consideraron que:

Si a ese hombre lo dejaban pasa libremente, había mentido en su juramento y, conforme a la ley, debía morir ahorcado; pero, si lo mandaban ahorcar, entonces, como él había jurado que iba a morir en aquella horca, y, había jurado la verdad, por la misma ley debía ser puesto en libertad.

Los nobles chungones de la Ínsula le propusieron al Sancho gobernador el dilema que tenían los jueces con aquel hombre que había jurado al pasar el puente y cuya respuesta rebasaba y se escapaba del entramado legal que tan arbitrariamente se había establecido. Los nobles instaron a Sancho para que diera su opinión e impartiera justicia en caso tan intrincado y peliagudo y con la intención de reirse de él, pero respondió:

“… esos señores jueces que a mí os envían lo pudieran haber escusado, porque yo soy un hombre que tengo más de mostrenco que de agudo; pero, con todo eso, repetidme otra vez el negocio de modo que yo le entienda: quizá podría ser que diese en el hito.

 El noble que había trasladado el dilema de los jueces volvió a referir a referir lo que ya había contado y Sancho, a modo de balance de las reflexiones, dijo:

A mi parecer, este negocio en dos paletas le declararé yo y es así: el tal hombre jura que va a morir en la horca, y si muere en ella, juró verdad y por la ley puesta merece    ser libre y pasar la puente; y si no le ahorcan, juró mentira y por la misma ley merece que le ahorquen”.

El noble dijo que  la situación era exactamente tal y como la había descrito Sancho, el cual, con una sagacidad innata,  vio que el problema no podía resolverse en el marco de la legalidad, pero sí tenía solución, con una la empatía y la piedad que le había inculcado Don Quijote y adujo como primera parte de su argumento la imposibilidad de dar una sentencia salomónica:

“Digo yo, pues, … que aquella parte del hombre que juró verdad la dejen pasar, y la que dijo mentira la ahorquen, y de esta manera se cumplirá al pie de la letra la condición del pasaje… —y replicó el preguntador— será necesario que el tal hombre se divida en partes, mentirosa y verdadera; y, si se divide, por fuerza ha de morir, y de ese modo no se consigue …lo que la ley pide, y es de necesidad expresa que se cumpla con ella”.

En ese momento es cuando Sancho echó mano de las enseñanzas de su amo, superando la lógica legal y apaelando al sentido común, a la empatía y al deseo de hacer el bien y lo que es mejor para sus semejantes y respondió Sancho:

«… este pasajero que decís, o yo soy un porro o él tiene la misma razón para morir que para vivir y pasar la puente, porque si la verdad le salva, la mentira le condena igualmente; y siendo esto así, como lo es, soy de parecer que…, pues están en un fil las razones de condenarle o absolverlo,  que le dejen pasar libremente, pues siempre es alabado más el hacer bien que mal.

De esta forma Sancho concluye el veredicto dando una lección de humildad, misericordia y de un agradecimiento a su amo, don Quijote que le había inculcado esas ideas, con estas palabras:

Y esto lo diera firmado (la sentencia)  de mi nombre si supiera firmar, y yo en este caso no he hablado por mí, sino que se me vino a la memoria un precepto, entre otros muchos, que me dio mi amo don Quijote la noche antes que viniese a ser gobernador de esta Ínsula, que fue que cuando la justicia estuviese en duda me decantase y acogiese a la misericordia, y ha querido Dios que ahora se me acordase, por venir en este caso como de molde.

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