EL HELENISMO Y LA ASIMILACIÓN DE LA FILOSOFÍA GRIEGA POR ROMA (I)

Mapa del mundo griego de Eratóstenes (276-194 a. de C.)
Mapa del mundo griego de Eratóstenes (276-194 a. de C.)

La ciencia, la filosofía y el pensamiento griego en general tuvieron más de ocho siglos de existencia brillante. El pensamiento griego trataba de comprender y explicar el mundo y las cosas que en él sucedían mediante el método racional. En su gestación, evolución y desarrollo influyeron muchas corrientes de opinión, ideologías y procedimientos, entre ellos podemos señalar el diálogo socrático, el idealismo platónico, el empirismo aristotélico o el atomismo de Demócrito.

Los filósofos griegos pretendían dar una explicación del mundo circundante mediante la razón, tratando, además, contestar a todas las cuestiones sobre la naturaleza del ser humano y de su comportamiento. En suma, intentaban dar respuestas a sus dudas, buscando propuestas coherentes que explicaran los fenómenos físicos que observaban, así como estudiar el pensamiento y la conducta humana ejercitando su pensamiento crítico para observar al hombre, con sus capacidades, sus limitaciones, sus glorias y sus miserias.

Pero, la historia nos muestra que ningún sistema filosófico, teoría científica o sistema político son eternos y llegan a su decadencia, padecen crisis y sufren modificaciones e incluso pueden quedarse obsoletos.  El caso del pensamiento científico griego es el de un sistema filosófico que perdió presencia y pujanza durante varios siglos y que más tarde pasó a ser tomado como modelo de pensamiento reverenciado. Esta desaparición parcial, o, al menos, hibernación del saber clásico, se vio favorecida por unos profundos cambios sociales, que aquí los reduciremos a dos, pero que fueron tan permanentes en el tiempo, que envolvieron el periodo, como lo haría la presencia de un bajo continuo disonante en una pieza musical y, además, los cambios sociales y de mentalidad a lo largo de casi diez siglos fueron el telón de fondo que enmarcaron la caída de la cultura clásica y la búsqueda del conocimiento racional pleno. Los cambios sociales que motivaron este fenómeno fueron, por una parte, la aparición de las religiones monoteístas, que relegaban el conocimiento racional frente al saber revelado y la enorme influencia de estas religiones en la política y, por otra parte, la caída del imperio Romano, que hizo que el sistema político unitario del imperio se fraccionara en diferentes países.

ALEJANDRÍA Y SU BIBLIOTECA

Comenzaremos la historia en el siglo IV a. de C, cuando en 332, Alejandro Magno (356-323 a. de C.), tras vencer al rey Persa  a Darío III y conquistar Egipto fundó la ciudad de Alejandría y, tras su muerte, en 333, Ptolomeo, uno de los generales de Alejandro, se adueñó de la satrapía de Egipto y se erigió en rey. La dinastía de los Ptolomeos hizo de Alejandría una ciudad grandiosa, moderna, culta y bella, intentando, sobre todo, convertirla en un foco de cultura integradora de los saberes de los diferentes lugares conquistados y proporcionándole una visión cosmopolita y universal, aspiración transmitida por Alejandro y una ilusión que, seguramente, alentada por las enseñanzas su maestro Aristóteles.

Pero donde fundamentalmente se plasmaron los anhelos culturales de Alejandro y los Ptolomeos fue en la construcción del Museo de Alejandría con su Biblioteca. El Museo (templo de las musas), era un centro en el que se investigaba sobre todas las ramas del saber. En el Museo no se impartían enseñanzas regladas, con programas elaborados como la que se ofrecían, por ejemplo, en la Academia de Platón, más bien era un centro de investigación, recogida y comunicación de descubrimientos.

Recreación de la Biblioteca de Alejandría
Recreación de la Biblioteca de Alejandría

Precisamente en esa especie de templo del saber destacó por su importancia la Biblioteca; los anaqueles de sus diez salas se fueron llenando de rollos y tomos de papiro o pergamino y, en ellas, reinaba un ambiente de estudio y de trabajo. Los Ptolomeos dedicaron mucho dinero a la adquisición de obras de autores griegos, persas, indios, palestinos y de las más diversas culturas, aunque predominaba la literatura griega. Las obras estaban ordenadas en un catálogo temático, que inició Calímaco de Cirene (310-235 a. de C.). El tamaño de la Biblioteca creció tanto que en su momento de mayor esplendor llegaron a ocuparse su mantenimiento cerca de cien bibliotecarios con una dedicación total. La biblioteca acabó siendo la parte más famosa e importante de la institución y fue conocida en el mundo intelectual por su organización, por su nivel cultural y por su ingente cantidad de libros.  Hay testimonios que aseguran que llegó a alcanzar los 700.000 volúmenes.

El prestigio de Alejandría fue tan grande que pronto el grueso de la actividad filosófica y científica griega se desplazó a esa ciudad. Apareció una nueva concepción de la enseñanza, el conocimiento estaba abierto a todas las ramas del saber. Se estudiaban, tanto las innovaciones sugeridas por los maestros de la institución, como las aportaciones de la producción griega y de otras culturas.  Esta permeabilidad de los saberes y el ansia de conocer hicieron, por ejemplo, que parte del Lyceo de Aristóteles, creado en el 336 a. de C. trasladara su actividad fundamental a Alejandría (ya bajo la dirección de Teofrasto (371-287 a. de C.), aunque otra parte del mismo siguiera funcionando en Atenas,

La mayor parte de los científicos vivían en Alejandría y casi todos los grandes sabios que no residían en ella estaban en contacto con esa meca de la cultura a través de corresponsales; Arquímedes de Siracusa tuvo como corresponsal en Alejandría a Conon de Samos (280-220 a. de C.) y, tras el fallecimiento de éste a Dositeo.

LOS ROMANOS EN ALEJANDRÍA

Tras su expansión por la península Itálica, Roma emprendió las guerras contra Cartago por el dominio del mar conocidas como Guerras Púnicas. Una vez logrado el dominio del Mediterráneo oriental, Roma siguió conquistando los reinos en los que se había dividido el Imperio de Alejandro. Macedonia y Grecia, se convirtieron en provincias romanas en 146 a. de C. y luego Siria en el año 64 a.de C.  Así otros muchos lugares cayeron en poder de Roma, el caso es que, a final del siglo I a. de C. sólo quedaba Egipto para dominar todo el Mediterráneo oriental. El hecho decisivo en la conquista de Egipto fue la batalla de Accio en el año 30 a. de C. en la que Octavio Augusto (63 -14 a. de C.) venció a Marco Antonio y a Cleopatra, tras la batalla, los romanos tomaron Alejandría y Octavio se convirtió en el primer emperador de romano.  En los tres siglos siguientes Roma conquistó el oriente próximo y se impregnó y asumió una cultura sincrética conocida como cultura helenística.

Igualmente, la religión helenística fue sincrética, es decir, mezclaba y hacía convivir el panteón clásico griego con dioses procedentes de oriente, como, por ejemplo, la diosa griega Tique, que los romanos llamaron diosa de la Fortuna, el dios greco-egipcio Serapis, que fue declarado patrón de Alejandría, la diosa Isis de Egipto o la diosa Cibeles de la Madre Tierra, adorada desde el neolítico.

En lo que se refiere a la filosofía después del siglo I en el Imperio se produjo un alejamiento de las ciencias formales tan queridas por los griegos. Disminuyeron los estudios de geometría y de matemáticas, se perdió el interés por las investigaciones sobre la naturaleza del mundo. Y florecieron las escuelas relacionadas con el conocimiento y el comportamiento humanos, apareciendo distintas escuelas filosóficas como la cínica, la hedonista, la epicúrea, la estoica o la escéptica.

Las matemáticas alejandrinas, antes del dominio de Roma estuvieron marcadas por los grandes matemáticos: Euclides (325-265 a. de C.), Arquímedes (287-212 a. de C.) Apolonio de Pérgamo, (262-190 a. de C.) (un matemático y astrónomo griego que escribió Sobre las secciones cónicas y quien dio el nombre de elipse, parábola e hipérbola, a las curvas que se obtienen por la intersección de una superficie cónica con un plano. Resolvió geométricamente la ecuación general de segundo grado mediante cónicas).

Pasada esta etapa en que las matemáticas se estudiaban por su belleza o por su estructura lógica, los romanos produjeron una matemática más práctica y aplicada. Herón (10-70 d. de C.) partiendo de los principios de la mecánica aristotélica y de la ciencia de Arquímedes, elaboró la teoría de las cinco máquinas simples: la palanca, el tornillo, la cuña, la polea y el plano inclinado, y la acompañó de numerosos problemas prácticos.

Claudio Ptolomeo (100-170) astrónomo, matemático y geógrafo práctico, plasmó en el Almagesto un modelo geocéntrico en el que describió el movimiento que debían tener los planetas para que se ajustaran a los datos observados por los astrónomos. En este sentido fue un empirista. Y abordó el problema con el mismo criterio que llevaría J. Kepler (1571-1630) pensando en el sistema heliocéntrico con las observaciones realizadas por de T. Brahe (1546-1601).  Ya que analizó la multitud de datos existentes sobre el movimiento de los planetas para construir un modelo geométrico que explicase las posiciones de los astros en el pasado y fuera capaz de predecir sus posiciones futuras. Para ello elaboró una completa y compleja trigonometría que se usaría hasta finales de la Edad Media. Y, además, construyó relojes de sol y astrolabios. Ptolomeo afirmó explícitamente que su sistema no pretendía descubrir la realidad y que era solamente un método de cálculo para salvar las apariencias.

Caso diferente en cuanto a innovación y creatividad fue el de Diofanto (siglo III) al que se le considera padre del álgebra. Realizó importantes avances en la notación matemática, en una época de decadencia, de escasa creatividad y de pura exégesis, como era el siglo en que vivió. Su obra Arithmetica fue excepcional; en ella introdujo el simbolismo en el álgebra, utilizando una notación abreviada para las incógnitas, para sus potencias y para las operaciones que se realizaban con mayor frecuencia. La obra recogía una colección de 150 problemas numéricos específicos y no seguía la tradición euclidiana del álgebra geométrica del Libro II de los Elementos de Euclides. Su aritmética se parecía más al álgebra numérica babilónica. No obstante, era innovadora porque los números eran abstractos y no se referían a medidas de dimensiones como en el álgebra geométrica de Euclides, ni a cantidades de dinero como en la matemática oriental. Además, buscaba soluciones numéricas enteras en ecuaciones determinada e indeterminadas.

Las obras de los matemáticos de los siglos III y IV fueron, básicamente, recopilaciones, como la Colección matemática de Pappus de Alejandría escrita hacia el año 340. El libro recogía fragmentos, de las obras que se utilizaban en la enseñanza de las matemáticas en Alejandría, hoy muchas de ellas perdidas. Pappus añadió a su recopilación numerosas anotaciones personales, varias generalizaciones de teoremas y también resultados originales.

Después de la toma de Alejandría, Roma tardaría tres siglos más en conquistar todo el oriente próximo y absorber la cultura helenística, llegando a la culminación de la cultura  del imperio romano.

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