IMPORTANCIA EN SOCIOLOGÍA Y EN POLÍTICA DEL HOMBRE PROMEDIO DE QUETELET

Adolfo Quetelet (1796-1874)
Adolfo Quetelet (1796-1874)

Los censos de población, que inicialmente fueron empleados por los gobiernos para localizar contribuyentes y de cobrar tributos, fueron adquiriendo cada vez más importancia para conocer el funcionamiento de la sociedad. Las Cuentas de Mortalidad y los registros de nacimientos sirvieron, en manos de científicos y políticos, para estudiar la evolución de las enfermedades y de las variaciones de población.  Tomando como punto de partida, las tablas estadísticas, los políticos meditaban sobre los datos y, a partir de sus reflexiones, decidían sobre la producción futura de bienes, sobre las políticas económicas que se debían seguir y, en ocasiones, aportaban orientaciones sobre el comercio. Es decir, los estudios de las estadísticas proporcionaban una serie de indicaciones y conjeturas que señalaban la política cual debía ser la línea a seguir, en suma, aconsejaban de alguna forma si una política económica o poblacional se debía potenciar, abandonar o dejarla seguir.

Pero, además, la estadística aportó a la sociología una idea de enorme sutileza que acabaría asociada a la identidad nacional: el concepto de hombre promedio. Esta idea fundamental fue aportada por el astrónomo belga Adolfo Quetelet (1796-1874) en una obra por la que es recordado en la historia de la ciencia y la sociología titulada Física social o Ensayo sobre el desarrollo de las facultades del hombre, publicada en Bruselas en 1869, aunque la obra tuvo una primera edición en 1835  con el título Sobre el hombre y el desarrollo de las facultades humanas o ensayo de física social.

En la obra aportó una idea reformadora y casi revolucionaria tal y como mostraré a continuación.  La nueva idea era, ni más ni menos, que era posible hablar de un hombre ficticio que sirviera como modelo para definir las bondades y los valores habituales deseables de un grupo social en particular o de una nación entera; debía ser un individuo que reuniera en sí mismo, en un momento histórico determinado y en un país, todas las cualidades del hombre promedio, dice Quetelet: reuniendo los individuos de una misma edad y de un mismo sexo y presentando la media de sus constantes particulares, se obtienen las constantes que atribuyo a ese ser ficticio que denomino “hombre promedio” de un determinado pueblo…representaría a la vez todo lo que hay de grande, de bueno y de bello en una comunidad o un país.

Ese hombre representaría al pueblo al que pertenecía y se convertirá en una tendencia que se adoptará como modelo de comportamiento de ese pueblo y se considerará como ejemplo canónico del ciudadano, de modo que todo lo que se aleje de ese modelo de hombre será considerado como una anomalía.

Las razones matemáticas por las que se eligió el modelo matemático de hombre medio se derivan, en cierto modo, del análisis de las medidas que hacían los astrónomos para observar los astros y que derivaría en una disciplina matemática que se llamó teoría de errores.  En primer lugar, debemos tener en cuenta los enormes avances que se habían realizado a lo largo de todo el siglo XVIII en el estudio de las leyes del azar y en la  teoría de probabilidades, que, aunque había nacido con el estudio de los juegos de azar, aportaba nuevos conceptos y nuevos métodos para el cálculo, tales como: la ley de los grandes números de J. Bernouilli (1654-1705) , el estudio de series de resultados de pruebas repetidas, el propio concepto de probabilidad, el concepto de esperanza matemática, el estudio de la probabilidad de las causas (con la fórmula de Bayes), pero, sobre todo, debemos destacar la ley de Gauss de la distribución de errores, que había de servir de fuente de inspiración a Quetelet para la definición de hombre promedio representativo de una sociedad.

K.F. Gauss (1877-1855) demostró que cuando medimos n veces una magnitud, de medida a, en las mismas condiciones y obtenemos unos valores a1, a2, a3,…, an-1, an, la probabilidad de los errores: a1a, a2a, a3a,, an-1a, ana  sigue una distribución normal (campana de Gauss) en la que el valor más probable de la medida de la magnitud (ese valor a, que no conocemos) es la media aritmética de los valores medidos, esto es el valor:

(a1 + a2 + a3+…+ an-1+ an)/n

Debemos observar que hemos supuesto la magnitud medía a exactamente, pero ese valor es desconocido (si conociéramos cuánto medía exactamente para qué necesitábamos medirla), sin embargo, con ese supuesto Gauss demostró que el valor más probable era la media aritmética de las medidas tomadas.

Adolphe Quetelet, que tenía una gran formación matemática, fue director del Observatorio Real de Bruselas desde 1828 y profesor de Astronomía y Geodesia en la escuela militar,  conocía al dedillo la ley de distribución de errores de Gauss. Prueba de sus conocimientos matemáticos son sus obras  Astronomie élémentaire (1826) y Sur la physique du globe (1861), pero la gran innovación científica la realizó al dar el paso de aplicar el cálculo de probabilidades y la estadística al estudio de las ciencias sociales en su estudio ya citado anteriormente Física social o Ensayo sobre el desarrollo de las facultades del hombre,

El hombre promedio extraído de la estadística tenía una justificación racional, científica y libre de especulaciones, lo que tenía una importancia social notable dada la situación política, económica y social de la segunda mitad del siglo XIX. A partir del Congreso de Viena de 1815,  tras la caída de Napoleón, en el que las grandes potencias (Austria, Prusia, Rusia y Gran Bretaña) dividieron Europa restaurando el principio de legitimidad monárquica previo, sin tener en cuenta, el nuevo cambio social n las aspiraciones de las diferentes nacionalidades. En cierta medida el Congreso, no hizo más que restituir los valores del Antiguo Régimen; se volvía a las monarquías absolutas en las que el rey concentraba todos los poderes, la estructura de los reinos era semejante a la de los señoríos anteriores y sus habitantes era súbditos, individuos sometidos al rey. En suma, se reproducía el modelo de la sociedad estamental, con dos estamentos privilegiados: nobleza y clero, en la que la vida de cada individuo dependía de su pertenencia a un estamento cerrado, que estaba  definido por unas actividades, unas formas de vida y unos derechos legales diferentes para cada estamento.

Pero, a partir de la Revolución Francesa (1789) la sociología estadística había aparecido con la idea de dar sentido al nuevo orden que debía sustituir al Antiguo Régimen. La estadística permitía hacer previsiones sobre el futuro, diseñar un nuevo modelo de sociedad, proporcionar, mediante el uso de las matemáticas y los modelos estadísticos, un sentido a su cambio hacia una sociedad industrial en la que adquirieran peso las fuerzas productivas, es decir tomar en consideración lo que en el estudio del Antiguo Régimen se denominó Tercer Estado, que era el estamento de los no privilegiados al que pertenecía la mayoría de la población, desde banqueros y ricos comerciantes hasta el más pobre labrador, artesano o mendigo.

Un factor de vital importancia en la rotura estamental y en la formación de la idea de ciudadano fue el concepto de hombre promedio de Quetelet, construido a partir de la ley de distribución de errores. El argumento racional resultaba evidente: Así como la media aritmética de las medidas era la medida más probable de la magnitud a medir, el hombre promedio era la mejor representación del miembro de una sociedad. De este modo, el hombre promedio se convirtió en el retrato robot del ciudadano de un Estado Libre, en el que cada hombre tenía los mismos derechos que su vecino, tenía el derecho del voto en las Asambleas, y formaba parte de la Soberanía del país. La idea de hombre promedio hacía formalmente equivalentes a todos los individuos y una vez perdido el absolutismo Real, debilitada la cultura teocéntrica, que giraba en torno a la idea de Dios y a los mandatos de la religión y superada, en cierta medida, la sociedad estamental de Antiguo Régimen se abrían las puertas a un nuevo orden que había que vertebrar.

El nuevo ciudadano tendría como modelo al hombre promedio. Y fue precisamente ese modelo de hombre promedio (italiano, croata, francés etc.) el que propició la aparición de corrientes nacionalistas, que ansiaban acabar con el absolutismo, restaurado en el congreso de Viena y la aparición de líderes nacionalistas como G. Garibaldi (1807-1882).

 

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