LA CIENCIA COMO MODELO PARA COMPRENDER EL MUNDO

Desde la aparición de la ciencia moderna en el siglo XVII el pensamiento científico ha impregnado el funcionamiento de la sociedad, tanto en sus repercusiones en la técnica y en la transformación de la sociedad, como en el posicionamiento del ser humano frente a su destino. Se puede afirmar que la historia de la sociedad está profundamente entrelazada con el pensamiento científico moderno.

También se puede apreciar que, en cada época, la ciencia más desarrollada se ha tomado como modelo para explicar el mundo.

Es indudable que, a partir del siglo XVII, sobre todo a partir de los trabajos de Galileo (1564-1642), R. Descartes (1596-1650) e I. Newton (1643-1727), la mecánica se configuró como la ciencia más desarrollada y, desde entonces, expresar un fenómeno more mecánico era garantía de que estaba perfectamente explicado. El fenómeno físico quedaba descrito con el movimiento de una máquina y que estaba bien conocido cuando se descubría la causa eficiente del movimiento de cada una de sus partes que se podía deber a una palanca, a un tornillo, a una polea, a un engranaje, etc.

La máquina en este periodo de la ciencia era el modelo paradigmático de la representación de un fenómeno y, como el reloj fue durante mucho tiempo el prototipo de máquina mejor elaborada y precisa, se convirtió en el modelo del pensamiento mecanicistas hasta mediados del siglo XIX.

Pero el mecanicismo no sólo era una teoría para el mundo inanimado. Descartes separó la res cogitans (el espíritu) de la res extensa (la materia inanimada, y los seres vivos no humanos) para separar el estudio del mundo físico del mundo de la religión y las creencias. Pero el mecanicismo científico, en los comienzos se había limitado el estudio de la naturaleza a analizar la materia y en fenómenos aislados; pero en algunos casos se rompió con esa separación y consideró el cuerpo humano como una máquina, del mismo modo que se consideraba el estudio de los animales.

La versión materialista del mecanicismo, pensaba que la sustancia pensante no era distinta de la materia y procedía de ella. Esta teoría sería mantenida por J.O. La Mettrie (1709-1751) y la mayoría de los filósofos materialistas del siglo XVIII que unieron el materialismo con el mecanicismo.

La Mettrie publicó su primera obra de claro corte materialista titulada Historia natural del alma en 1745, que fue condenada por la iglesia y tres años después publicó en Holanda El hombre-máquina que fue una de las obras materialistas más célebres del siglo XVIII.

Según La Mettrie, la materia solo era una, que tomaba tres formas diferentes en los tres reinos de la naturaleza: mineral, vegetal y animal, en éste se ubicaba el ser humano.

Consideraba que las tres propiedades que caracterizaban a toda la materia eran la extensión, el movimiento, considerado como impulso interno de la materia, y la sensibilidad. Estas propiedades eran propias de las plantas y de los animales, así como del hombre. La diferencia de las propiedades era solamente cuantitativa el hombre poseía un grado de sensibilidad y una inteligencia mayor, que el resto de los animales, pero de la misma naturaleza.

Con el mecanicismo materialista toda la materia estaba sometida a unas leyes fijas que rígidas que, aplicadas a los humanos, ponía en entredicho el libre albedrío la libertad humana. Por otra parte, la aparición de nuevas ramas de la física como la electricidad o el magnetismo cuyo comportamiento era difícilmente reducible a las rígidas leyes de mecánica newtoniana, los descubrimientos en biología hicieron pensar que la analogía con los seres vivos era ficticia. desde que se en el siglo XIX aparece una preocupación por la libertad humana que el mecanicismo había puesto en entredicho.

En el siglo XIX la termodinámica se convirtió en la ciencia fundamental que señaló el camino de las demás ciencias. Sus dos principios el de conservación de la energía o primera es la ley de la termodinámica dice que, en cualquier sistema físico aislado, la cantidad total de energía se mantiene constante, aunque pueda transformarse desde una forma de energía a otras diferentes.  Esta ley se suele resumir de forma semejante al de conservación de la materia en la forma que la energía ni se crea ni se destruye, solo se transforma.

Esta ley resultaba tranquilizadora, puesto que nos viene a decir que la energía no se consume, que la podemos utilizarla y que mantendremos la misma cantidad de energía, aunque sea de otro tipo. Pero la segunda ley nos dice que, aunque dispongamos la misma cantidad de enería, la energía transformada será menos eficiente y útil a la hora de producir trabajo. En la mayor parte de los casos, la energía inutilizable para producir trabajo aparece en forma de calor.

La entropía, en la naturaleza la mayor parte de los fenómenos son irreversibles. Entendiendo que una transformación de un sistema que pasa de un estado inicial a un estado final es irreversible si la vuelta del estado final a la inicial no es posible si no se realiza una intervención externa de los cuerpos del entorno.  Un ejemplo claro es la transmisión de calor: en un sistema aislado formado por dos cuerpos a diferentes temperaturas el calor pasa de forma natural del cuerpo con mayor temperatura al más frio, hasta que se equilibran las temperaturas.  Para restituir sistema a la situación inicial no se hace de forma espontánea y es preciso comunicar energía exterior

Situaciones como esta atentaban contra la reversibilidad de la mecánica newtoniana, que encuentra su culminación en Laplace, que, a comienzos del siglo XIX estaba convencido de que el universo se comportaba de un modo determinista y que, eventualmente, podría ser captado por una mente infinita. Esta metáfora denominada -demonio (calculista) de Laplace- la expresa en la siguiente cita tomada del Tratado de Mecánica Celeste (1798-1825).

Debemos imaginar el estado presente del Universo como el efecto del estado anterior y como la causa del estado que seguirá-. … Un ser inteligente que, en un instante dado, pudiera conocer todas las fuerzas que animan la Naturaleza, y la respectiva situación de los seres que la componen, si, además, fuera suficientemente inmenso para someter esos datos al análisis, podría condensar en una única fórmula los movimientos de los cuerpos más grandes del Universo, así como los del átomo más liviano, nada sería incierto para dicho ser, y tanto el futuro como el pasado, estarían presentes ante sus ojos-

La termodinámica mostraba la existencia de una energía intercambiable que relacionaba entre si diferentes fenómenos. Además, los procesos irreversibles en la naturaleza aportaron una complejidad extraordinaria a las situaciones anteriores a un fenómeno. Una situación que difícilmente se podía expresar con las leyes de la mecánica determinista.

Resumiendo, en el siglo XIX se cuestionaba que la sustancia pensante estuviera sometida a las leyes de la mecánica, y la res extensa mostraba una complejidad extraordinaria difícilmente abarcable por el mecanicismo. En cambio, el idealismo alemán y el romanticismo del siglo XIX mantuvieron una visión diferente a la mecanicista de la vida, del hombre y de la sociedad. Una visión en la que los fenómenos estaban relacionados entre sí, conectada con la tradición organicista de la ciencia que explicaba el universo material de forma análoga al mundo biológico.  Imaginaba el mundo como un organismo vivo, que formaba un todo único integrado por elementos diferentes donde cada elemento sólo tenía sentido por su función dentro del todo el organismo.

Esta manera de entender el mundo está claramente entrelazada con una naturaleza en la que todos sus integrantes son interdependientes. Es el germen de la ecología, de la termodinámica estadística o de la teoría darwiniana de la evolución.

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