LA INMUTABILIDAD DE LOS CIELOS Y LA NOVA STELLA OBSERVADA POR TYCHO BRAHE EN 1572

En este trabajo reflexionaremos sobre la importancia que tuvo la observación de la estrella aparecida en el cielo en 1572 como punto de ruptura con la visión del universo aristotélico.

Para Aristóteles el universo estaba contenido en la esfera de las estrellas fijas. Más allá de las estrellas no había nada, ni materia, ni tampoco espacio en el que expandirse, ya que en la física del estagirita materia y espacio iban unidos.

El universo aristotélico estaba lleno, en su mayor parte, de una materia sutil, que se denominaba éter o quintaesencia, el cual era sólido, cristalino, puro, inalterable, sin peso y diferente a los cuatro elementos que existían sobre la Tierra (tierra, agua, aire y fuego) que sufrían alteraciones.

El éter se estructuraba en una serie de caparazones esféricos concéntricos, pegados unos a otros, que arrastraban en su movimiento a los planetas y estaban limitados por arriba por las estrellas fijas y por debajo por la esfera de la Luna.

Debajo de la esfera de la Luna estaba la tierra con, sus cambios incesantes, vientos, tormentas, lluvias, corrientes de agua, incendios, nacimientos, muerte de seres vivos, etc. La esfera de la Luna marcaba una frontera, dentro del universo aristotélico,  separaba el mundo etéreo y ordenado de las esferas cristalinas en el que deambulaban los astros en movimientos regulares y periódicos y el mundo desordenado variable e imprevisible  situado bajo la esfera lunar.

El mundo sublunar o terrestre y el mundo supralunar o mundo celestial estaban claramente diferenciados y separados. En el primero aparecían cosas nuevas y se transformaban o morían, mientras que en el segundo todo permanecía igual sin que nada nuevo apareciera ni desapareciera, era un mundo previsible y sin sorpresas.

La esfera de la Luna se estableció como una clara frontera entre un mundo caótico y, aparentemente, sin leyes generales, con un mundo ordenado. Los fenómenos del mundo sublunar se llamaban meteoros y en ellos se incluían sucesos que iban desde la combustión, a la licuefacción, pasando las tormentas y el arco iris (actualmente se llama meteoro a cualquier fenómeno que puede aparecer en la atmósfera), mientras que en el mundo supralunar no había cambios y todo seguía unas reglas, los astros se desplazaban en movimientos circulares y de forma previsible, Los dos mundos eran de naturaleza distinta y sin relación. En el supralunar no había meteoros

La Luna era una buena frontera. Resultaba evidente que los fenómenos meteorológicos se daban en el mundo sublunar y, por otra parte, la Luna recorría las constelaciones del  Zodiaco y, además como la Luna se observaba por la noche a la vez que las estrellas, se puede apreciar  que la Luna  pasa por delante de las estrellas y podía ocultar y  bloquear la luz de una estrella determinada al interponerse entre ella y la Tierra. Este fenómeno se llama ocultación de un astro por la Luna.

Los astros que podían ser ocultados por la Luna en su trayectoria estaban la estrecha banda zodiacal, algunas estrellas destacadas de esa zona eran las Pléyades, Aldebarán, Régulus o Spica. Además de estrellas la Luna también ocultaba planetas, los cuales estaban ordenados por sus periodos orbitales, en esferas concéntricas ordenadas según la duración de sus revoluciones. Los astrónomos antiguos aceptaron como criterio, basado en la Óptica de Euclides, que, a igual velocidad de los móviles, los más alejados eran los que parecían moverse más despacio y como la Luna, era el astro que orbitaba alrededor de la Tierra y era el más rápido en recorrer su órbita, debía ser el más próximo.

En el siglo XVI se podía decir que un planeta giraba alrededor de la Tierra en una órbita de radio mayor que otro o si un fenómeno se había producido en el mundo sublunar lo que era un fenómeno meteorológico o si había surgido en el mundo supralunar y, entonces era fenómeno que se realizaba en el mundo etéreo y astronómico, cosa que era considerada imposible en la astronomía medieval. Pero las distancias, la medida y el tamaño del sistema solar no se conocía, porque no se disponía de instrumentos con la precisión adecuada en la medida de ángulos.

En el tomo V de su libro De Revolutionibus Orbium Coelestium (1543) calculó, utilizando trigonometría, las distancias relativas entre el Sol y los planetas conocidos hasta entonces tomando como unidad de medida la distancia entre la Tierra y el Sol (que no se conocía con precisión).

Tycho Brahe (1546-1601), en noviembre de 1572, registró la aparición de una nueva estrella (nova) en la constelación de Casiopea. La aparición de esta estrella le sorprendió porque surgió y se esfumó en un lugar en el que no se había observado otra estrella y esos cambios no se podían dar en los cielos, ya que desafiaban los supuestos aristotélicos de la astronomía, que sostenían que el cielo era un lugar con un orden perfecto e inmutable en el que no se podían producir fenómenos de generación y corrupción como sucedía en el mundo sublunar.  Según describió el propio Tycho en 1602:

Asombrado, […], permanecí quieto con mis ojos fijados atentamente en ella. Cuando estuve convencido de que ninguna estrella de este tipo había brillado antes, quedé tan perplejo por lo increíble que resultaba que empecé a dudar de mis propios ojos.

La nova, que observó desde Copenhague, alcanzó un brillo próximo al de Venus y se podía observar incluso durante el día. Pero este nuevo astro resultó no ser permanente: su brillo fue disminuyendo gradualmente durante el siguiente año hasta que, en marzo de 1574, su luz se desvaneció y desapareció del cielo.

Desde el descubrimiento de la estrella, Tycho realizó mediciones diarias de ángulos entre la estrella nueva y diversas estrellas fijas y en sus mediciones no descubrió ningún desplazamiento notable de la estrella nueva con respecto a las seis estrellas que tomó como referencia

Anotaciones de Tycho sobre la aparición de la supernova en De nova stella.
Anotaciones de Tycho sobre la aparición de la supernova en De nova stella.

Las observaciones sobre el astro, hoy conocido como la supernova SN 1572 o Nova Tycho, las recogió en un libro titulado De nova stella. En el cual contaba que, tras haber establecido, mediante cuidadosas comprobaciones, la ausencia variación respecto a las estrellas fijas (lo que mostraba que la estrella estaba muy alejada de la Tierra), además observó la falta de movimiento retrógrado (por lo que no era un planeta) y llegó a la conclusión de que la estrella no era un fenómeno meteorológico sublunar, y que no estaba situado en ninguna de las esferas planetarias. El resultado de las observaciones contradecía la tesis aristotélica de la inmutabilidad de la esfera de las estrellas fijas.

 

Muchos astrónomos europeos observaron la Nova de Tycho, entre otros los astrónomos españoles Jerónimo Muñoz (1520-1591), desde Valencia (sus trabajos sobre la supernova de 1572 fueron citados y comentados por algunos de los mejores astrónomos europeos del momento, como Tycho Brahe de Dinamarca o Th. Hagecius de Praga) Su trabajo científico más interesante consistió en las observaciones que, desde Valencia, realizó de la supernova de 1572 (SN 1572).

 

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